Aquella mañana todo había cambiado, el día no solo era triste, sino que olía a soledad y lágrimas.

Pensaba en todos aquellos momentos de enfados, regañinas, pequeñas peleas… detalles in importancia, pero que, en que, en aquel momento, parecía que tu vida estuviera a punto de acabar; y ahora, desde otra perspectiva, no consigo saber el motivo o incluso, cual era el problema. Todo resultaba banal, sin importancia: imágenes amontonadas y desenfocadas en mi memoria.

En aquel instante cargado de melancolía, venían a mi cabeza todas aquellas alegrías vividas. A duras penas, y casi como un susurro, escuchaba su risa a lo lejos del pasillo, esa risa tan especial, que era capaz de desmoronar cualquier enfado. Sentía su suave mano acariciar mi mejilla; una mano cansada de coser, fregar y limpiar, pero suave y delicada o, incluso sus carnosos labios besando mi frente.

Me parecía escuchar su voz en aquel mismo instante… pero, enseguida un estremecimiento de volvió a la realidad.. ¡empezaba a olvidar todo aquello…! ¿Se desvanecería todo? ¿Nada quedaría de aquellos momentos? Las lágrimas empezaron a amontonarse en mis mejillas, sonrosadas y doloridas de tanto frotarlas con ásperos pañuelos de papel. No podía creer que todo hubiera acabado, deseaba con todas mis fuerzas que se tratas de un mal sueño…, pero, desgraciadamente, era real, el destino nos había jugado una mala pasada; y, allí estaba yo, ensimismada en una pequeña caja de madera, donde, por increíble que pareciera, descansaba su cuerpo, luchando con todas mis fuerzas, por seguir recordando, empañando el cristal que se interponía entre nosotras; teniendo muy claro, que ya nada tenía importancia.

Pasé mi vida observando como lidiaba millones de batallas, pero, en esta ocasión, el maldito cáncer fue el vencedor.

Aun hoy, diecisiete años después, sigo sintiendo lo mismo y llenando los pañuelos de lágrimas y, soy consciente de que siempre será así. Que la echaré de menos durante toda mi vida; aunque hoy, con la mente más clara, puedo decir que me arrepiento de muchas de las cosas que, los años que compartimos, sucedieron y ya nunca tendrán remedio y, sin duda, muchas palabras importantes se quedaron sin decir. Ojala lograra retroceder al pasado y decirle: Mamá, te quiero y te querré por siempre.

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